Me levanto y muy temprano a la mañana, apenas salgo del ascensor Enzo, el encargado, me mira con una sonrisa y dice: "Pablito!!. Que tengas un buen día!!".
Camino a hasta el subte, y al cruzar la calle un auto acelerando me toca bocina y siento que el conductor me grita algo, no lo entiendo pero no debe ser nada bueno, me sobresalto. Bajando las escaleras de la estación una señora me hace notar que se me cayo algo del bolsillo, le agradezco. Ya en el vagón, todos apretujados y con cara de pocos amigos se preparan para comenzar su día. A mitad de camino, te das cuenta de que una mujer mayor está de pie, tambaleándose con cada frenada brusca del tren. Antes de que puedas reaccionar, un tipo joven se levanta y le ofrece el asiento. La mujer se sienta agradecida, y el chico vuelve a mirar su teléfono como si nada hubiera pasado. Un gesto mínimo, pero suficiente para que te reconcilies un poco con el mundo.
Cerca de la oficina paro en el café de siempre, noto que alguien sostiene la puerta para que pase, me atiende Maria con esa manera de sonreír con sus ojos que tiene. Parece que siempre estuviera bien. Tiene una alegría que contagia, aunque, alguien que la conoce mejor me cuenta que su vida no es para nada fácil.
Entrás a la oficina, con esa mezcla de cansancio y frustración que suele aparecer a mitad de la mañana. Pero ahí está Guille, tu compañero, con su sonrisa relajada y un café recién hecho. "Que haces?", te dice, y no sabés si es el café o su buena onda, pero te sentís un poco mejor. Te sentás en tu escritorio.
En la pausa del almuerzo, te toca hacer un trámite en el banco. Te acercás al cajero, pero ni siquiera te mira. Sus dedos vuelan sobre el teclado mientras charla con otro empleado, mientras esperas, como si no estuvieras ahí. Salís del banco con una sensación de invisibilidad que te pesa más de lo que esperabas.
Antes de volver a casa, pasás por el supermercado. La fila es larga, pero avanzás sin quejarte. De repente, una mujer se adelanta y se mete justo delante tuyo. Ni una palabra, ni un "disculpá". Solo se mete, como si fuera lo más natural del mundo. Te quedás ahí, con las manos llenas de cosas, sin saber si decir algo o dejarlo pasar. Al final, lo dejás pasar.
Ya en casa, haciendo un balance, saco la conclusión de que cada mañana elegimos como comenzar el dia, de que la actitud de los otros nos predispone acerca de como continuar. también noté que después de cada acto amable y positivo me sentí mejor y con ganas de continuar el dia y que después de cada contratiempo la energia se desvanecía.
No podemos decidir como se van a comportar los demás pero si como nos vamos a manejar nosotros, algunos lo llaman Karma, yo digo que es mas como un "efecto mariposa" en que cada acción se multiplica hasta el infinito.
Asi que, mañana cuando te levantes, elegí que día querés tener y al acostarte, saca tu propia conclusión. Capaz que la felicidad siempre estuvo al nuestro alcance y no lo sabíamos.
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