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SEVEN I 6-Pereza

  • Foto del escritor: Pablo Petruccelli
    Pablo Petruccelli
  • 8 oct 2024
  • 5 Min. de lectura

La pereza es uno de esos pecados que parece inofensivo en la superficie, pero que, lentamente, va carcomiendo las posibilidades, los sueños y las aspiraciones. No es el acto de descanso necesario ni la pausa bien merecida; es la inacción constante, la postergación disfrazada de comodidad y el deseo de evitar el esfuerzo, incluso cuando ese esfuerzo podría transformar nuestra vida. En la sociedad moderna, la pereza ha encontrado múltiples refugios, infiltrándose en nuestra cotidianidad y justificándose en la abrumadora cantidad de distracciones que nos rodean.

Homero, de la famosa serie Los Simpson recostado en su sillon

La Pereza en el Trabajo


En el entorno laboral, la pereza no siempre se manifiesta como el estereotipo del empleado que apenas se mueve de su silla. A menudo es mucho más sutil: el procrastinador que posterga hasta el último momento, el que hace lo mínimo indispensable para cumplir con sus responsabilidades, el que se refugia en excusas como la "falta de tiempo" o el "exceso de tareas", cuando en realidad es la falta de voluntad lo que lo frena. Es el empleado que podría contribuir con ideas, con energía, con creatividad, pero que elige el camino más fácil: no involucrarse, no arriesgarse, y mantenerse en una zona de confort donde nunca se destaca, pero tampoco falla.

En la vida cotidiana, la pereza en el trabajo puede traducirse en proyectos que nunca se concretan, en oportunidades que se dejan pasar. Es el profesional que se queja de que nunca asciende, pero que tampoco toma la iniciativa para formarse, para proponer, para salir de la rutina. Y mientras tanto, los días pasan y las posibilidades se escurren entre los dedos, sin que haya una acción decisiva para cambiar el curso.


La Pereza y el Cuerpo


La pereza también toma forma en el cuidado de nuestro cuerpo. Vivimos en una sociedad donde la salud y el bienestar son temas omnipresentes, y aun así, nos dejamos llevar por la inercia de la comodidad. Decimos que "mañana empiezo a hacer ejercicio", "la próxima semana dejo de comer mal", "un día de descanso no hará daño", y así, entre promesas y excusas, los días pasan. El cuerpo, ese motor que necesita movimiento, se va desgastando lentamente.

Es fácil culpar al ritmo frenético de la vida, a la falta de tiempo, a las responsabilidades, pero la realidad es que, en muchos casos, es la pereza lo que nos detiene. Nos acostumbramos a una rutina sedentaria, a las recompensas inmediatas del sofá y la televisión, y dejamos de lado el esfuerzo que implica cuidar de nosotros mismos. La pereza en el cuidado físico no solo afecta nuestra salud, sino también nuestro bienestar emocional. El cuerpo se oxida, se vuelve pesado, y con él, nuestra mente también comienza a llenarse de un letargo difícil de sacudir.


La Pereza en las Relaciones Personales


El impacto de la pereza en nuestras relaciones es devastador. A menudo, en la cotidianidad, dejamos que la falta de esfuerzo erosione lentamente los vínculos con las personas que más nos importan. Es el amigo que ya no llama, la pareja que ya no organiza salidas o el familiar que siempre posterga la visita. La pereza en las relaciones se disfraza de falta de tiempo, de "estar ocupado", cuando en realidad es la incapacidad de hacer el esfuerzo emocional que requiere mantener una conexión viva.

Las relaciones, como todo lo valioso en la vida, requieren dedicación, tiempo y energía. Pero en la sociedad actual, donde todo debe ser rápido y fácil, la pereza puede llevarnos a priorizar la comodidad sobre el compromiso. ¿Cuántas amistades se pierden porque nadie toma la iniciativa para mantener el contacto? ¿Cuántas relaciones se enfrían porque nadie quiere hacer el esfuerzo de resolver los conflictos o de alimentar la chispa? En el fondo, la pereza en las relaciones es un reflejo de nuestra incapacidad para enfrentar el desafío que implica el verdadero compromiso con los otros.


La Pereza y el Sueño de una Vida Mejor


Uno de los efectos más tristes de la pereza es cómo sabotea nuestros sueños. Todos tenemos ideas, proyectos, aspiraciones que nos rondan la mente: aprender un nuevo idioma, desarrollar una habilidad, empezar un negocio, escribir un libro. Pero la pereza nos susurra al oído: "No hoy. Mañana. Mejor espera a que tengas más tiempo. No es el momento adecuado." Y así, lo que comienza como un sueño claro y lleno de energía se va desvaneciendo en el aire, reemplazado por la monotonía del día a día.

La pereza es el enemigo silencioso del crecimiento personal. Es la voz interna que nos convence de que es mejor permanecer donde estamos, aunque no estemos realmente satisfechos. Nos ofrece la ilusión de que, si esperamos lo suficiente, el momento perfecto llegará por sí solo. Pero ese momento perfecto nunca llega, porque el verdadero enemigo no es el tiempo ni las circunstancias, sino nuestra propia inercia.


La Pereza y la Tecnología


En la era de la hiperconectividad, la pereza ha encontrado un aliado poderoso en la tecnología. Los dispositivos digitales, diseñados para facilitarnos la vida, también nos ofrecen infinitas excusas para no actuar. Redes sociales, videojuegos, series interminables: todos son refugios donde la mente puede escapar del esfuerzo real. ¿Cuántas veces nos encontramos navegando sin rumbo por internet, diciendo que "solo es un momento", y de repente, han pasado horas sin que hayamos hecho nada productivo?

La tecnología nos ofrece la tentación constante de la distracción, y la pereza se aprovecha de ello. En lugar de usar estas herramientas para crear, para aprender, para conectar de manera significativa, caemos en la trampa de la pasividad. La pantalla se convierte en una barrera entre nosotros y el mundo real, donde el esfuerzo y la acción son necesarios para alcanzar cualquier meta. Nos dejamos arrastrar por la corriente de la facilidad, y mientras tanto, nuestros proyectos y sueños quedan relegados al olvido.


La Pereza en la Sociedad Moderna


Vivimos en una sociedad que a menudo celebra la velocidad, pero paradójicamente fomenta la pereza. Se nos anima a hacer todo rápidamente, a encontrar atajos, a evitar el esfuerzo siempre que sea posible. Los servicios de entrega a domicilio, las aplicaciones que nos ahorran tiempo, las opciones de entretenimiento instantáneo: todo está diseñado para que no tengamos que mover un dedo si no queremos. Pero en esa comodidad también se esconde una trampa. La pereza no es solo una cuestión de inacción, es una forma de evitar la incomodidad que conlleva el verdadero esfuerzo.

La sociedad moderna nos ofrece infinitas formas de entretenernos y distraernos sin tener que esforzarnos realmente, pero esa misma facilidad también nos deja insatisfechos. Porque, en última instancia, lo que realmente valoramos no es lo que obtenemos sin esfuerzo, sino lo que logramos después de superarnos. La satisfacción verdadera proviene del trabajo, del crecimiento personal, de enfrentar desafíos y superarlos, algo que la pereza siempre intentará sabotear.

Una persona en un escritorio frente a una pila de carpetas

Conclusión: El Espejismo de la Pereza


La pereza es un pecado tentador porque nos ofrece la ilusión de la comodidad, del descanso eterno, del placer sin esfuerzo. Pero detrás de esa promesa se esconde un vacío profundo. La pereza no solo nos impide actuar, sino que también nos roba la posibilidad de crecer, de conectar, de cumplir nuestros sueños. Es un enemigo silencioso que, sin que nos demos cuenta, va minando nuestra vida, día a día.

Para combatirla, debemos aprender a reconocerla en nuestras acciones cotidianas y, más importante aún, debemos recordar que el verdadero valor de la vida no está en la comodidad, sino en el esfuerzo que ponemos para mejorar. Solo enfrentando la pereza y eligiendo el camino más difícil, aunque a veces incómodo, podremos vivir una vida plena y con propósito.

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