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Foto del escritorPablo Petruccelli

Las 5 P de la vida



En la asignatura de Marketing de la carrera de ADE se estudian las clásicas 4 p’s de Kotler que hacen referencia a las políticas de producto, precio, distribución y comunicación que hay que tener en cuenta en una estrategia comercial. En inglés todas las palabras empiezan por “p”. Después se habló de las 5 p’s del marketing porque se incluyó a las personas (“people”). En la vida, también existen las 5 p’s, todos nos movemos por una de las 5 p’s. Hay una “p” que es nuestro motor, lo que manda en nuestra vida, hay una “p” que nos orienta y que influye en todas nuestras decisiones.

La primera posible “p” es el poder. Son muchas las personas que han demostrado que esta es la “p” que les importa y las hay de todos los colores; algunas que por mantener el poder son capaces de mentir, engañar, cometer perjurio o vender a su madre, lo único importante es mantenerse en el poder. Algunas personas cambian de opinión o renuncian a sus ideales para mantenerse en el poder. El poder es una gran fuente de motivación, pero tiene muchos inconvenientes. El primero es que sólo motiva mientras se tiene y la motivación se convierte en amargura cuando se pierde. El segundo es que tampoco se disfruta tanto, porque para mantenerlo uno tiene que convivir con los miedos a perderlo, con el rencor y la envidia hacia quienes lo amenazan. En fin, muy desanimante.

La segunda “p” es el prestigio. Hay quien no tiene poder, pero busca el “prestigio” que dan los cargos, las posiciones, los títulos, la fama mal entendida. Hay personas que son capaces de vender su alma al diablo con tal de aparecer en un medio de comunicación o de ostentar un determinado cargo o título. El prestigio también tiene inconvenientes. Comparte con el poder el inoportuno hecho de que la satisfacción se mantiene mientras se tiene el prestigio, cuando hay otro que tiene más prestigio o cuando éste ya no se valora o no se aplaude constantemente, entonces viene el desánimo. Y lo importante no es ser importante, lo importante es ser feliz.

La tercera “p” es la pasta, todo por la pasta! El dinero y los bienes materiales se supone que nos harán felices; la felicidad adquiere entonces una dimensión comercial pues la publicidad actúa como palanca de aceleración de esa felicidad que hay que comprar. No hay que dar muchos ejemplos de la cantidad de personas que se han abrazado a esta “p”; nos hemos acostumbrado desde hace años a ver por la televisión operaciones policiales que intervienen ayuntamientos por corrupción o por cobro de comisiones ilegales. Estamos cansados de ver que personas que tienen 1.000 roban 1.000 más, personas que tienen un altísimo nivel de vida que tienen que robar, porque nunca es suficiente, porque todo es poco, porque la avaricia no tiene límites. Por méritos propios, hoy hay empresarios y políticos que compiten en plena igualdad con mafiosos, chorizos y maleantes varios por ser el colectivo más corrupto de la sociedad. Y lo importante no es ser rico, lo importante es ser feliz.

La cuarta “p” es el placer; apetece o no apetece. Hay que hacer sólo lo que te apetece, ese es el mensaje que hoy manda la sociedad; ser libre es hacer lo que te de la gana. No hay nada que se acerque tanto a la irresponsabilidad. Si te apetece cuidar a tu hijo lo haces, sino no; si te apetece hacer las cosas bien las haces, sino no, es la vida hedonista que tanto atrae. Françoise Réveillet explica que la cultura del ya, la cultura del instante se transforma en cultura del goce y la satisfacción inmediata. Con esta “p” tampoco se logra la felicidad porque la satisfacción dura mientras dura el placer, la novedad, que rápidamente desaparece porque ha surgido otro objeto o motivo de deseo.


Finalmente, la quinta “p” son los principios. Principios y valores humanos. Los personas fantásticas lo son porque son honestas, íntegras, honradas, no mienten, no engañan, son leales, ayudan a los demás, son generosas, comparten, etc. Gandhi decía que “debemos convertirnos en el cambio que buscamos en el mundo”, eso es ser íntegro. Esta “p” es la única duradera, es la única que da la alegría y la felicidad interior que todos buscamos. El éxito no es la base de la felicidad, pero la felicidad sí que es la base del éxito. Ser buena persona, a largo plazo, es muy rentable. Quizá no serás millonario, pero habrás triunfado en la vida. La conciencia es nuestro mayor patrimonio. Hoy en día felicitamos a las personas por sus éxitos externos, por su prestigio, por su poder, por sus ascensos, por sus coches, por sus casas, en fin, por sus posesiones; y deberíamos felicitar a las personas por su manera de ser, por sus actitudes, por sus principios, por su forma de actuar, deberíamos elogiar la bondad, la paciencia, la generosidad. Personas con valores humanos, esas son las que nos gustan, los que nos atraen, con las que queremos vivir y convivir. Y las que queremos y merecemos ser.

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