Se cree que las abejas están aquí desde hace más de 80 millones de años. Fueron admiradas y estimadas por el hombre de todas las culturas.
Los viejos montañeses del Cáucaso eran apicultores. Trabajaban al aire libre, tenían una dieta en base a miel, jalea real, propóleos, polen y el pan de abejas. Fueron longevos, muchos vivieron más de 100 años.
Con el tiempo se descubrieron los increíbles beneficios de estos alimentos: Aumentan la energía, regulan el funcionamiento intestinal, previenen infecciones con sus propiedades antibióticas, restauran el deseo sexual, son un poderoso analgésico, alivian la fatiga y la depresión, actúan sobre las migrañas, normalizan el colesterol, son un poderoso antioxidante. Hoy se usan para los tratamientos de ansiedad y para combatir las células tumorales.
Los actuales apicultores también suelen vivir muchos años y es extraño que sufran enfermedades. Un estudio reciente afirma que hay 5 patologías que es muy raro que padezcan: artrosis, artritis, cáncer, asma y psoriasis.
¿Cuál es la causa principal de su salud además de la alimentación?
Son picados por las abejas.
Al picar, las abejas segregan Apitoxina, el néctar dorado. Produce un extraordinario rejuvenecimiento en la piel. Pero además es revitalizante, tensor, desintoxicante, cicatrizante, purificante, antioxidante, antibacteriano y anticelulítico.
1 mg de Apitoxina tiene un efecto analgésico 80 veces superior a 1 mg de morfina.
En nuestra vida, solemos recibir algunos aguijones bajo el formato de crisis, que nos enseñan a través del dolor momentáneo, lo que necesitamos para aprender.
Estas picaduras son solo experiencias restauradoras. Exponernos a sus efectos benéficos, en total aceptación, tiene un efecto curativo. Es veneno, sólo que se transforma en antídoto a través de la experiencia.